domingo, 12 de agosto de 2012

EL DORMITORIO PRINCIPAL



El dormitorio es una de las estancias más antiguas de las casas, pues ya los egipcios, hace cinco mil años, amueblaban con gran esmero las habitaciones privadas destinadas al descanso. En la época victoriana, el dormitorio de los señores de la casa se instalaba en el primer piso, la planta noble, y se decoraba con un gran sentido del gusto, la intimidad y el confort. Era la habitación más personal, la más intima, y algunos de sus muebles, en especial la cama, donde nacían los hijos, pasaban de generación en generación como uno de los más queridos tesoros de la familia.


Para un decorador o una ama de casa victorianos, el ambiente de un dormitorio tenía que obedecer a dos criterios fundamentales; tenía que ser un espacio claro y luminoso y cumplir con los preceptos de la higiene, recién descubierta en aquella época. A mediados del siglo se pusieron de moda los revestimientos románticos de suave y alegre colorido. Entre los espesos cortinajes de terciopelo alegraban las ventanas delicados visillos de encaje irlandés o de batista, que permitían a las muchachas en edad de merecer atisbar a sus pretendientes en la calle sin ser vistas. Lujosos o sencillos, los muebles eran de buena calidad. 


La mesita velador  era uno de los muebles que nunca faltaban en el dormitorio victoriano. En efecto, a muchas damas les encantaba tomar un café antes de iniciar su toilette; luego bajaban al comedor para tomar con su familia un copioso desayuno.


Los europeos de la época victoriana buscaban los más variados estilos para sus muebles, pero en lo que respecta a su cama, tenía que ser, sobre todas las cosas, recia, grande y cómoda y hecha para durar. Los colchones, de buena lana, se sacudían con varas para que no se hicieran nudos, y las sábanas eran de pesado lino y las muchachas las bordaban para su ajuar de novia.
La cama de latón con barrotes, airosa y ligera, era ideal para los dormitorios de las muchachas.


El calientacamas solía ser de cobre, con el mango de madera; el fondo del recipiente se llenaba con brasas ardientes, se cerraba y, una vez la cama estaba hecha, se pasaba por entre las sábanas para que cogieran calor.


En la época victoriana, las mesillas de noche comenzaron a fabricarse a juego con la cama y el armario, es decir, en el estilo general del mobiliario; pero antiguamente eran elementos que se trasladaban según las necesidades del propietario y no tenían un lugar propio.


Los armarios, que también en dicho siglo habían iniciado su auge como mueble de gran estilo, se desarrollaron en la era victoriana, creándose  modelos magníficos, de maderas nobles muy bien trabajadas y, hacia el final del siglo XIX , con grandes espejos de cuerpo entero incorporado en las puertas.


Marco ovalado típico victoriano. Al inventarse la fotografía a finales del siglo, los retratos de las personas más queridas se preferían a otro tipo de pinturas.


(Referencia, fascículos 2, 30 y 37 de Casa de Muñecas)








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